La Dimensión de la Personalidad
Cuando nuestra alma llegó a habitar nuestro cuerpo es fundamentalmente Esencia. El alma individuada toma forma mediante los distintos aspectos o cualidades esenciales.
Las cualidades esenciales son energías sustanciosas con distintas texturas y densidades: el Amor Incondicional, la Compasión, la Paz, el Gozo, la Voluntad, la Fuerza Interior, entre otros.
En la etapa de gestación, nacimiento, y primeros años de nuestra de vida dependíamos totalmente del entorno para nuestra sobreviviencia por lo que nuestra conciencia estaba volcada fundamentalmente hacia afuera. Durante estas etapas no tuvimos la capacidad para diferenciarnos de lo que ocurría en nuestro entorno.
En el ambiente en el que estábamos tempranamente, con frecuancia las cualidades esenciales estuvieron ausentes , fue así como muchas veces sentimos que no había Amor Incondicional, Compasión, Paz o Confianza, entre otras. Al estar fusionados con lo externo y sus correspondientes ausencias comenzamos a sentir que los aspectos esenciales tampoco estaban en nosotros. De esta manera, en un proceso que duró algunos años, fuimos perdiendo contacto con las cualidades esenciales. Al dejar de percibir en nosotros los aspectos esenciales dejamos de sentir en el cuerpo las correspondientes sustancias esenciales, fuimos sintiendo una pérdida de densidad que se transformó en una sensación de vacío en nuestro cuerpo, un agujero.
Con la pérdida de contacto con las distintas cualidades esenciales se crearon distintos agujeros, que nos hicieron sentir que nada nos sostenía internamente a partir de esta intolerable sensación nos vimos empujados a falsear los aspectos esenciales o a reclamarlos externamente.
En la medida que fue ocurriendo la pérdida de contacto con las sustancias esenciales se fue formando nuestra personalidad condicionada que tiene como fundamento los vacíos en el cuerpo y la certeza de carcer de recursos.
En el nivel emocional los vacíos se transformanen una fuente inagotable de ansiedad, carencias, incapacidades, baja autoestima, sufrimiento, sentimientos de no pertenencia, de inadecuación, de no merecer y por lo tanto miedo, dolor, rabia, odio, angustia, envidia… O como reacción a la deficiencia: sentimientos de orgullo, grandiosidad, superioridad, autoritarismo, rigidez, o la falsificación de la bondad, generosidad, estabilidad, disociación, armonía, entre muchas otras respuestas.
Estas respuestas generan tensión en el cuerpo, pesadez, contracción que densificacan el cuerpo compensando incómodamente la sensación intolerable de vacío, es decir nos hacen sentir con consistencia nuevamente.
Como adultos, cuando nos sentimos deficientes en algún aspecto no sentimos el vacío en el cuerpo sino que sentimos las tensiones que lo ocultan con la casacada de emociones incómodas y pensamientos llenos de deficiencia.
La identidad condicionada deja en la sombra a la identidad esencial inherente.
En la etapa temprana de nuestra vida no tuvimos la capacidad de sentir con objetividad que los vacíos no eran nuestros, por lo tanto se quedaron instalados en nuestro sistema como si lo fueran. La permanencia de los vacíos en nuestra conciencia profunda mantiene la vigencia de nuestra personalidad condicionada y deficiente por naturaleza.
El Trabajo de la Esencia está orientado a disolver la memoria corporal de vacío para que se restaure la presencia de los aspectos esenciales.